jueves, 11 de septiembre de 2008

Estados de ánimo

               A veces me siento
               como un águila en el aire.
                       -Pablo Milanés
 
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.
 
Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.
 
A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

Mario Benedetti

jueves, 4 de septiembre de 2008

La jugada

Hola amigos futboleros, me dispongo a escribirles esta historia que me ocurrió el pasado sábado cuando estaba por ponerme a estudiar con mucho énfasis y de pronto suena el timbre del teléfono y una voz amiga me propone ser parte de un ritual mágico y hermoso, ser parte de un ritual con amigos y ella la amiga de todos la que todos queremos tener, la que todos pedimos, un ritual que solo los enamorados, los románticos pueden entender. De movida dije que si a tal propuesta, mas allá de que mis responsabilidades eran demasiadas y el tiempo se convertía mas y mas en mi enemigo, pero ¿como negarme a ella?, ¿como negarme a estar presente en un templo?, uno de tantos escenarios donde solo se la venera a ella, tan redonda y perfecta, ¿como negarme a ser feliz un rato?.

Dirigiéndome hacia el templo después de un largo tiempo sin compartir algún momento parecido sentía una ansiedad impresionante de volver a verla, sentirla en mis pies, de volver a acariciarla. Al llegar al templo como caída del cielo haciendo un agujero en el techo que dejaba entrar la luz del sol sobre mi iluminándome, toco mi calzado y solo en ese instante me di cuenta de que no existían los problemas, no existía el dolor que frustraba mi corazón por aquel amor que se fue o tantos otros. Solo estaba ella y yo que en ese momento éramos uno los dos.

Con el correr del tiempo se iban sumando gente a este ritual, gente como yo que lo único que quería era hacer magia.

La pelota se detuvo, ya casi estábamos completos y fue el destino el que quiso que el trío creativo no se vuelva a unir, quizás por que dos es compañía y tres es multitud. Me gusta pensar que para equilibrar fuerzas me fui hacia el bando que faltaba uno dejando en el otro equipo a dos crack, dos jugadores que vinieron tierras muy lejanas. Uno de capital federal la city más futbolera del mundo y el otro se cree que no es de este planeta.

Tome el balón y di el punta pie inicial, que desemboco en una larga jugada en la que me toco hacer la descarga en un pase gol que clavo el 1-0. mi equipo, el equipo con uno menos empezaba ganando el partido, aunque no se si estábamos con uno menos jajaja.

El equipo se completo y el partido se hizo trabado y muy reñido mi equipo estaba arriba en el marcador pero la marca pegajosa y molesta que propuso el otro equipo para neutralizar el juego, no me dejaba crear.

En un momento y desde una perspectiva casi perfecta veo con claridad una jugada rica en belleza y calidad donde un adversario Nicolás Ortiz un amigo compañero de emociones y sentimientos por este juego marcado entre dos pasa el balón con una pisadita mágica por detrás del pie de apoyo dejando a los dos defensores perplejos tirados en el piso, quedando justo en frente del arco, levantando la cabeza y ante la salida del arquero con un toque exquisito coloca la pelota al lado del palo transformando en aplausos y reconocimientos semejante jugada.

Fue esa jugada la que me lleno de inspiración, la que hizo que yo quisiera hacer algo mas bonito. Lo intente cada vez que la tenia en mi poder, tacos, sombreros, gambetas y hasta gambetas haciendo jueguitos brotaron de mi inspiración, pero solo fue una jugada la que me satisfizo en donde amasándola contra el piso y llevándola en velocidad en una diagonal que desembocaba en la línea lateral de mi pierna mas hábil, una jugada donde cubrí la pelota con el cuerpo y el amor de mi alma, una jugada donde apile a tres jugadores y descargando de taco en un movimiento que mi cuerpo debía girar y detenerse en momento preciso antes de impactarla y darle destino, en el camino la pelota cruzo entre cuatro de las seis piernas lobas que me seguían, en ese momento no veía nada todo estaba a mi espalda, pero fue una de esas jugadas que las imaginas y te salen a la perfección. Como destino tubo a uno que se sumo al juego y quedando solo contra el arquero desperdicia la oportunidad. La jugada fue hermosa y difícil de relatarla con la belleza con la que se ejecuto bue.

Los románticos como yo encontramos la belleza en ese tipo de jugadas y no en el resultado. Tibia información les acabo de dar. Estuvimos arriba en todo el partido y cuando ya las piernas no daban mas, cuando el aire pesaba un kilo, cuando solo quedaba la ilusión de ver una jugada como las que les conté, se nos da vuelta el partido y el tiempo que en ese momento se convirtió definitivamente en mi enemigo decreto el final del partido con un marcador 7-8 en contra de mi equipo. Con la cabeza en alto y con el sabor amargo de la derrota, pero con el gusto delicioso de haber jugado un buen parido en el que puse lo mejor que podía dar en ese momento.

Me despido diciéndoles que en la vida hay cosas que hacen bien y otras que hacen mal, el fútbol es definitivamente una de las cosas que hacen bien si y solo si disfrutamos un túnel, disfrutamos un sombrerito, un taco, una gambeta, disfrutamos de esa linda palabra llamada gol.

Disfrutemos de la jugada sin distinción de camiseta seamos hincha de la jugada, no nos dejemos enceguecer por el amor a una institución.

Si hay algo que hace a este deporte el más lindo del mundo en sin duda alguna “La Jugada”.

PD: ¡Jueguen lindo!


Gonzalo Maldonado (mister gondro espacial)

lunes, 1 de septiembre de 2008

Respuesta

El conde Soderini, en las puertas de la vejez, mantenía un aspecto lozano y digno. Había sido un guerrero temible, un jugador valiente y un viajero aplicado.

En la China, le habían enseñado unas destrezas eróticas que -según se dice- le permitían honrar a docenas de damas sin perder la disposición viril.

Los sacerdotes de Heliópolis lo habían adiestrado en la preparación de elixires y en el manejo de la cítara.

Los años no habían aplacado los fuegos de su alma. Sin embargo, en la tarde dela vida, había ido reemplazando los duelos por la docencia. Algunas veces acudían a él jóvenes estudiantes o aventureros bisoños a pedirle alguna clase de consejo. El conde acostumbraba a recibirlos en la intimidad de su estudio. Allí tenía un espejo azul, en cuya luna podía ver el pasado y el porvenir.

Una noche, el príncipe Giuliano de Médicis le dijo con amargura:

- Los hombres más sabios que conozco describen el mundo como si no tuviera sentido. Ninguna conducta parece suficientemente ventajosa, todo es pasajero y banal. Lo que más nos entusiasma es prolegómo de la desilusión. Se me ha enseñado que los reyes caen, que la ciencia nunca contesta la última pregunta y que las riquezas oprimen a quien las posee. ¿Por qué la inteligencia nos aleja de la esperanza? ¿Es que no hay en la vida algo que valga la pena? ¿Es que no hay una gloria cuyo precio no parezca finalmente abusivo? Quiero apostar, conde Soderini. Tengo dinero, poder, fuerza y juventud. Dígame por favor en qué debo gastar esta fortuna. Dígame cuál entre las cosas de este mundo es la más valiosa.

- El amor –dijo el conde-. Sólo existe el amor. Las otras cosas nobles apenas sirven para dignificarlo. El amor es el que impulsa al artista a buscar los lenguajes que expresan la belleza. El amor impulsa al héroe a retemplarse en el riesgo. Y el amor es la respuesta al indagador de secretos, porque es la explicación de todos los misterios. Es allí, Giuliano, donde debemos gastar nuestros escudos y nuestros años. Algunos hombres jamás lo encuentran. Para otros es apenas una estrella fugaz que ilumina un año, un mes, una semana o un día de sus vidas. Pero ese destello efímero da significado a la existencia toda. Bienaventurado el que puede sentir en su carne y en su espíritu el fuego de esa chispa.

- ¿Usted lo ha sentido? –preguntó Giuliano.

El conde miró el fondo del espejo y vio los ojos de Lucía, la inconstante Lucía. Vio también en su abandono una tarde de primavera, a orillas del Arno. Después, entre reflejos azulados, se dibujó la indiferencia de la hermosa ante las magias, los poemas y la música. Finalmente, Soderini alcanzó a percibir, perturbado por el prisma de sus lágrimas, el desprecio irremediable, la humillación, el insulto y los pasos de ella acompañando a su marido, un mercader de Volterra. Entonces, con vos firme contestó:

- Sí, lo he sentido. Por fortuna.

Alejandro Dolina